Psicoterapia Gestáltica Infantil

Aidam continúa evolucionando como entidad viva que es. Cada día que pasa nos vamos especializando más en las actividades que nos llenan y de las que podemos dar más de nosotros mismos. Aparte de la psicoterapia tradicional, individual o de pareja dirigida a adultos; también queremos fomentar nuestro signo distintivo: el trabajo integrativo con sueños, la psicoterapia en LSC (Lengua de Signos Catalana) y la terapia para adolescentes y niños.

Hoy os proponemos un artículo sobre la psicoterapia infantil.

Llevar a un niño a terapia es una decisión que nos puede costar tomar. ¿Lo dejaré en buenas manos? ¿Qué le harán a mi/mi hijo/a? ¿No es demasiado pequeño/a?

Con este artículo intentamos acercarnos a vosotros, exponiendo nuestra manera de trabajar, cómo enfocamos la terapia y vínculo con los pequeños/as, trabajo con el que siempre ponemos el máximo de atención, cuidado y respeto.

Como siempre, esperamos que os guste.

Habitualmente las familias que se ponen en contacto con nosotros es porque son conscientes de que se les escapa algo en relación con sus hijos.
Las rabietas, la agresividad, los insultos, la falta de respeto, los llantos generalizados, la desmotivación, el hacerse pipi en la cama, las pocas ganas de participar y de hacer cosas, las malas notas en la escuela, la introversión, la hiperactividad y la excitación serían ejemplos de consulta.

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¡El estrés, un peso de la sociedad!

La actual situación económica, la incertidumbre sobre los recortes, la subida de impuestos y el clima de miedo que nos rodea son aspectos que pueden producirnos un aumento del estrés.
¡Si a todo esto le añadimos las relaciones interpersonales como la familia, la pareja, el trabajo, las amistades, podemos afirmar que sufrir estrés está a la orden del día!

A nivel orgánico sabemos que el estrés afecta directamente al Sistema Nervioso Autónomo (SNA), y especialmente al Sistema Nervioso Simpático, el cual es el responsable de dar respuesta ante una situación peligrosa o en la que nos sentimos amenazados.

Esta respuesta se da gracias a la secreción de adrenalina. Una persona expuesta a un continuo estado de estrés genera un aumento de la secreción de adrenalina y otras hormonas, las cuales influyen sobre el hipotálamo, el cual es responsable de segregar cortisol. Niveles elevados de cortisol a la larga nos pueden llevar, entre otras cosas, a una disminución de la acción de nuestro sistema inmunitario y que esto favorezca la aparición de algunas enfermedades.

Partiendo de esta base, sabemos que el estrés de forma continuada afecta al organismo, ahora bien, ¿qué efecto tiene sobre los estados emocionales?

Algunas características son el agotamiento, el cansancio, la irritabilidad, la dificultad para conciliar el sueño, el insomnio, la sensación de estar vulnerable y más susceptible a los estímulos que nos redondean. A veces nos es muy difícil poner palabras a la vivencia del estrés. Son sensaciones que nos pesan, nos agobian, nos generan malestar y una sensación continua de presión. Es importante que ante esta vivencia nos demos un espacio para parar a escuchar qué es lo que nos sucede, que es lo que sentimos. Un espacio para darnos cuenta de las sensaciones que sentimos en el cuerpo y de los estados emocionales que de estas derivan. Una de las características de sufrir estrés es la sensación de confusión y la dificultad de poder definir que es lo que nos pasa. Poner nombre a «esto» que nos pasa nos permite tomar conciencia de lo que estamos viviendo y, desde esta conciencia, probablemente resolveremos nuestro conflicto de manera más efectiva y asertiva.

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Un poco de mí…

Los psicoterapeutas somos, antes de nada, personas con nuestras alegrías, miedos, anhelos y dificultades. Es por ello que abrimos un espacio en el blog donde nos iremos presentando y mostrando poco a poco. Queremos que nos conozcamos, que me conozco; así que aquí os escribo un poco de mi historia:

A menudo nos pensamos que estamos bien y que somos plenamente conscientes de lo que escogimos y deseamos. En mi proceso de crecimiento personal me he dado cuenta de que la mayoría de veces poco sabía de lo que me sucedía y pocas veces me responsabilizaba. Un ejemplo de lo que explico serían ciertos momentos en que ante una situación que me incomodaba y me hacía sentir mal para mí era más fácil ponerme a llamar a una persona cercana, provocar un conflicto y una discusión basada en reproches, que darme cuenta de lo que sentía y responsabilizarme de comunicarlo. Protestar y reprochar lo que el otro hacía mal tenía más fundamento que prestar atención y sentir mis emociones, sensaciones y pensamientos.

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