Me doy cuenta

Una de las maneras de definir la terapia Gestalt es la “terapia del darse cuenta”. Como nombre está bien, ahora bien; darse cuenta de qué y para qué. Qué se persigue con algo que en principio parece tan obvio como darse cuenta de…

Darnos cuenta de algo nos da la posibilidad de reconocerlo en su justa medida, de valorarlo, de saber si nos gusta o no. En terapia es una valiosísima herramienta que nos abre la puerta del cambio. Así que hemos lanzado este post para intentar  acercar y ampliar este concepto; pilar básico de la terapia Gestalt. Como siempre, esperamos que os guste.

En primer lugar tomar consciencia de nuestras sensaciones corporales, de nuestras emociones, sentimientos y de nuestros pensamientos nos permite contactar con un primer nivel de darse cuenta.  El simple hecho de tomar consciencia ya incide en la persona y la sumerge en el proceso de  empezar a ser observador de uno mismo para poder discernir aquello que nos hace daño y aquello que nos sienta bien. Poco a poco, este ejercicio, que parece complicado y requiere de voluntad y entrega, va resultando más fácil. Muy a menudo uso el símil de aprender a conducir. Inicialmente vamos atentos a todo, con una atención con tensión, pensando los movimientos y la marcha que hay que poner. Con la práctica el conductor va relajándose hasta el punto de mantener una atención más relajada y automatizar los movimientos. Es decir, este primer darse cuenta nos empieza a centrar en nosotros mismos, en un continuo de atención de lo que hago y cómo lo hago.

Leer más

¡El estrés, un peso de la sociedad!

La actual situación económica, la incertidumbre sobre los recortes, la subida de impuestos y el clima de miedo que nos rodea son aspectos que pueden producirnos un aumento del estrés.
¡Si a todo esto le añadimos las relaciones interpersonales como la familia, la pareja, el trabajo, las amistades, podemos afirmar que sufrir estrés está a la orden del día!

A nivel orgánico sabemos que el estrés afecta directamente al Sistema Nervioso Autónomo (SNA), y especialmente al Sistema Nervioso Simpático, el cual es el responsable de dar respuesta ante una situación peligrosa o en la que nos sentimos amenazados.

Esta respuesta se da gracias a la secreción de adrenalina. Una persona expuesta a un continuo estado de estrés genera un aumento de la secreción de adrenalina y otras hormonas, las cuales influyen sobre el hipotálamo, el cual es responsable de segregar cortisol. Niveles elevados de cortisol a la larga nos pueden llevar, entre otras cosas, a una disminución de la acción de nuestro sistema inmunitario y que esto favorezca la aparición de algunas enfermedades.

Partiendo de esta base, sabemos que el estrés de forma continuada afecta al organismo, ahora bien, ¿qué efecto tiene sobre los estados emocionales?

Algunas características son el agotamiento, el cansancio, la irritabilidad, la dificultad para conciliar el sueño, el insomnio, la sensación de estar vulnerable y más susceptible a los estímulos que nos redondean. A veces nos es muy difícil poner palabras a la vivencia del estrés. Son sensaciones que nos pesan, nos agobian, nos generan malestar y una sensación continua de presión. Es importante que ante esta vivencia nos demos un espacio para parar a escuchar qué es lo que nos sucede, que es lo que sentimos. Un espacio para darnos cuenta de las sensaciones que sentimos en el cuerpo y de los estados emocionales que de estas derivan. Una de las características de sufrir estrés es la sensación de confusión y la dificultad de poder definir que es lo que nos pasa. Poner nombre a «esto» que nos pasa nos permite tomar conciencia de lo que estamos viviendo y, desde esta conciencia, probablemente resolveremos nuestro conflicto de manera más efectiva y asertiva.

Leer más

Qué es eso que siento? Identificando la emoción

Somos seres humanos, somos seres emocionales. En los últimos años se está cambiando la concepción de que ante todo éramos “racionales”, para llegar a una idea totalmente opuesta. Lo racional ocupa alrededor de un 10% de nuestra actividad. El resto son procesos que escapan en gran parte a nuestro control: automatismos, aprendizajes, sensaciones, emociones…

Si tomamos las emociones como procesos bioquímicos, literalmente estamos bañados en emociones. Por nuestro interior circula una sopa emocional constituida por impulsos eléctricos, neurotransmisores, hormonas…. La emoción no es algo que ocurra en ciertos momentos de nuestra vida, algo aislado sin conexión; al contrario, la emoción es un continuo que va variando de forma e intensidad. Siempre, en todo momento existe en nosotros una (o más de una) emoción. Cada acción, sensación o pensamiento tiene asociada una emoción, así que,  por mucho que queramos (o creamos que lo podemos hacer) no podemos sólo pensar o actuar. Nuestra vida es un continuo formado por percepción – sensación – emoción – acción – pensamiento y las relaciones que se producen entre los anteriores. Mirado así, las posibilidades entonces se vuelven infinitas.

Leer más

El mágico mundo de la fantasía…

¿Quién de vosotros no ha vivido la siguiente situación? Os presentan a alguien que os atrae (es un amigo/a de un amigo, el nuevo jefe/a de sección, el nuevo informático/a, el primo/a de tu vecino…), inmediatamente te descubres imaginando toda la historia de que os conocéis, os besáis, lo bien que lo váis a pasar a partir de ahora, qué sucederá,  dónde alquilaréis piso juntos…¡ y algunos incluso tenemos hijos o compartimos cuenta bancaria con personas que ni siquiera conocemos!  y ¿a cuántos de vosotros os ha pasado el llevaros el chasco  de vuestra vida cuando a los días siguientes os enteráis que ya tiene pareja, que está casado/a, que no es de tu misma orientación sexual o que no vive en tus proximidades?

¿A cuántos de vosotros os ha pasado el recibir una buena notícia en el trabajo (un simple chismorreo), habéis imaginado como os lo concedían, os habéis ilusionado desarrollando un nuevo proyecto y cómo lo llevaríais a cabo…y finalmente todo resulta ser un bulo, te quedas a cuadros y de muy mala leche? ¡venga otro chasco! Y así uno detrás de otro…

Me podría pasar horas poniendo ejemplos. Todos los hemos vivido, cada cual con su estilo y su manera de hacer, con su intensidad y frecuencia. Algunos somos maestros de la fantasía, otros no tanto….algunos podemos estar gran parte del día fantaseando aunque con historias nímias e irrelevantes, otros quizás no lo hacen tan a menudo aunque la situación imaginada y fantaseada pueda ser más importante y traerle más dolores de cabeza, otros casi no fantasean y otros no fantasean y casi que ni se dan cuenta de que no lo hacen. Mil y una posibilidades…como personas hay.

A partir de aquí surgen varias cuestiones al respecto ¿cuál es el límite en que una fantasía pasa de ser sana a generar malestar?, ¿cómo afecta en mi vida el hecho de fantasear? ¿en qué momento dejo de ser realista y empiezo a divagar por mis mundos interiores?,  ¿cómo me doy cuenta de ello?, fantasear e imaginar es saludable ¿no?, ¿qué pasa con las personas que no fantasean nada? ¿Y con las que lo hacen continuamente?

Leer más