¡No quiero vivir así!

En consulta es habitual encontrarse con personas que están transitando un momento vital en el que se plantean si quieren seguir viviendo o no, o que reflexionan sobre el hecho de no querer seguir viviendo como hasta ahora.

¿Alguna vez te has sentido cansado de vivir muerto? ¿Sin ganas de seguir?

¿Sin ver la salida? ¿Confundido? ¿Sin ánimo, sin ganas, sin un sentido que te haga de motor?

Es habitual que en algún momento de la vida las personas topemos con alguna crisis existencial. Las cosas no van como nos gustaría o como habíamos imaginado con anterioridad. En las relaciones con los demás surgen obstáculos, miedos, inseguridades, que se cuelan inconscientemente en la forma de estar en contacto con el otro, con los otros. Momento en el que aparecen dudas, confusión, reflexiones sobre cómo está nuestra vida, qué sentido tiene y dónde la persona se enfrenta a sus planteamientos y a un análisis de cómo de perdido está. Trabajo, familia, pareja, hijos, aspectos personales que de alguna manera te ponen delante preguntas existenciales que no sabemos abordar. Todo esto trae insatisfacción y frustración y, en algunas personas, la forma extrema de sentirla es conectar con las ganas de morir y desaparecer. Son habituales en consulta comentarios como “¡Total para que! ¡Dudo que afecte mucho si me voy!”

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Qué es eso que siento? Identificando la emoción

Somos seres humanos, somos seres emocionales. En los últimos años se está cambiando la concepción de que ante todo éramos “racionales”, para llegar a una idea totalmente opuesta. Lo racional ocupa alrededor de un 10% de nuestra actividad. El resto son procesos que escapan en gran parte a nuestro control: automatismos, aprendizajes, sensaciones, emociones…

Si tomamos las emociones como procesos bioquímicos, literalmente estamos bañados en emociones. Por nuestro interior circula una sopa emocional constituida por impulsos eléctricos, neurotransmisores, hormonas…. La emoción no es algo que ocurra en ciertos momentos de nuestra vida, algo aislado sin conexión; al contrario, la emoción es un continuo que va variando de forma e intensidad. Siempre, en todo momento existe en nosotros una (o más de una) emoción. Cada acción, sensación o pensamiento tiene asociada una emoción, así que,  por mucho que queramos (o creamos que lo podemos hacer) no podemos sólo pensar o actuar. Nuestra vida es un continuo formado por percepción – sensación – emoción – acción – pensamiento y las relaciones que se producen entre los anteriores. Mirado así, las posibilidades entonces se vuelven infinitas.

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