Me doy cuenta

Una de las maneras de definir la terapia Gestalt es la “terapia del darse cuenta”. Como nombre está bien, ahora bien; darse cuenta de qué y para qué. Qué se persigue con algo que en principio parece tan obvio como darse cuenta de…

Darnos cuenta de algo nos da la posibilidad de reconocerlo en su justa medida, de valorarlo, de saber si nos gusta o no. En terapia es una valiosísima herramienta que nos abre la puerta del cambio. Así que hemos lanzado este post para intentar  acercar y ampliar este concepto; pilar básico de la terapia Gestalt. Como siempre, esperamos que os guste.

En primer lugar tomar consciencia de nuestras sensaciones corporales, de nuestras emociones, sentimientos y de nuestros pensamientos nos permite contactar con un primer nivel de darse cuenta.  El simple hecho de tomar consciencia ya incide en la persona y la sumerge en el proceso de  empezar a ser observador de uno mismo para poder discernir aquello que nos hace daño y aquello que nos sienta bien. Poco a poco, este ejercicio, que parece complicado y requiere de voluntad y entrega, va resultando más fácil. Muy a menudo uso el símil de aprender a conducir. Inicialmente vamos atentos a todo, con una atención con tensión, pensando los movimientos y la marcha que hay que poner. Con la práctica el conductor va relajándose hasta el punto de mantener una atención más relajada y automatizar los movimientos. Es decir, este primer darse cuenta nos empieza a centrar en nosotros mismos, en un continuo de atención de lo que hago y cómo lo hago.

En esta práctica del darse cuenta pasaremos a la siguiente fase que es el darse cuenta que me doy cuenta. Poco a poco aumentamos la consciencia de nuestros actos y de las sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos que hay detrás. Esta etapa permite que el ángulo del observador se vaya abriendo un poco más.

En el proceso de darse cuenta pasamos a la tercera fase que es la que permite atender a la tendencia caracteriológica. Os habéis preguntado alguna vez ¿Cómo funciono a lo largo de un tiempo? ¿qué tipo de estados de ánimo tengo? ¿Por qué tipo de fases paso? Hay personas que tienden a estar en estados de ánimo más bien bajos o con una tendencia más depresiva. Algunos ejemplos podrían ser personas con tendencia a la pasividad, a estar en la queja, a menudo de mal humor; les cuesta disfrutar de los momentos de ocio y tienden al lado negativo de la vida. Es decir, aquellos que ven el vaso medio vacío. Otros son los que conectan más con los estados de ánimo más alegres e, incluso, con estados más eufóricos. Tienden a ser más activos, a estar a menudo en movimiento, a ver habitualmente el lado bueno de las cosas. Es decir, los que ven el vaso medio lleno.  Los hay tambien que transitan por un vaivén (labilidad emocional) que los hace estar en ambos.

Es muy interesante ver como una persona cuando toma consciencia de su tendencia caracterial hay algo en ella que le amplia la comprensión de sí misma y se reducen los juicios internos. En esta fase la persona ya va adquiriendo una visión de sí misma mucho más flexible y le permite adaptarse de una forma más sana a situaciones, que en su día a día, le pueden suponer un conflicto o enfrentarse a alguna dificultad.  En esta fase si yo me doy cuenta que siempre tiendo a estar en el lado que en extremo llega a la euforia puedo preguntarme que me pasa a mí con los estados que me conectan con el dolor, con el miedo, la rabia o la tristeza. Por el contrario caracteres que siempre están contacto con estados de ánimo más bajos, al darse cuenta pueden plantearse cuestiones como ¿Qué me pasa que me cuesta desconectar y disfrutar de las cosas que me pasan? ¿qué me pasa que me cuesta estar contento?

Ya pasadas estas tres fases entramos en la cuarta y última que se denomina testigo interno. En el proceso de darse cuenta la persona, poco a poco, se va capacitando para mirarse desde una parte de si más libre de juicio, más comprensiva, agradecida y con una mejor capacidad de adaptación a su entorno. En el desarrollo de todo esto la persona va incorporando este nuevo mirar y punto de vista que le hace sentirse mejor y manejarse mejor. Al practicarlo la persona va asimilando este cambio de conducta hasta que se integra en ella.

Muy a menudo en nuestro contexto social hablamos del hecho de cambiar. Cambiar conductas, pensamientos o estados emocionales que nos disgustan, nos desagradan y nos hacen sentir incomodos en algunas situaciones. Mi experiencia me ha llevado a descubrir que el cambio no es aquello que se consigue de un día para otro, sino que requerimos de un tiempo para poder llegar a tomar consciencia de lo que me genera un malestar. Para cambiar es necesario poder abrir la mirada hacia el interior de uno mismo y hacer un proceso, no para quitar o eliminar, sino para aceptar que a veces tengo pensamientos que me disgustan, sensaciones que me incomodan y emociones que me superan. El cambio radica en aceptar que una parte de mí también es todo lo nombrado en la línea anterior, con el fin de dejar de luchar contra esta parte de mí que es aunque no la quiero ver, y dejarse estar en lo obvio de lo que hay.

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