Aidam continúa evolucionando como entidad viva que es. Cada día que pasa nos vamos especializando más en las actividades que nos llenan y de las que podemos dar más de nosotros mismos. Aparte de la psicoterapia tradicional, individual o de pareja dirigida a adultos; también queremos fomentar nuestro signo distintivo: el trabajo integrativo con sueños, la psicoterapia en LSC (Lengua de Signos Catalana) y la terapia para adolescentes y niños.
Hoy os proponemos un artículo sobre la psicoterapia infantil.
Llevar a un niño a terapia es una decisión que nos puede costar tomar. ¿Lo dejaré en buenas manos? ¿Qué le harán a mi/mi hijo/a? ¿No es demasiado pequeño/a?
Con este artículo intentamos acercarnos a vosotros, exponiendo nuestra manera de trabajar, cómo enfocamos la terapia y vínculo con los pequeños/as, trabajo con el que siempre ponemos el máximo de atención, cuidado y respeto.
Como siempre, esperamos que os guste.
Habitualmente las familias que se ponen en contacto con nosotros es porque son conscientes de que se les escapa algo en relación con sus hijos.
Las rabietas, la agresividad, los insultos, la falta de respeto, los llantos generalizados, la desmotivación, el hacerse pipi en la cama, las pocas ganas de participar y de hacer cosas, las malas notas en la escuela, la introversión, la hiperactividad y la excitación serían ejemplos de consulta.
Otros motivos podrían ser los incidentes críticos como la pérdida de una persona muy cercana, la separación de los padres, un accidente, una enfermedad (propia o de alguna persona cercana) o una vivencia impactante para el niño que les puede producir estados de estrés y picos de ansiedad más elevados y perdurables en el tiempo.
En psicoterapia gestáltica, cuando trabajamos con niños/as estamos trabajando con el niño/a, los padres, los hermanos, la escuela y, en casos excepcionales, otras personas significativas como podrían ser los abuelos, los títeres o incluso la canguro. En función del caso se considera cuáles son las personas más significativas del entorno más inmediato del niño/a.
Los niños/as, a diferencia de los adultos, siempre están en EL AQUÍ y AHORA y es desde aquí donde se hará el abordaje. El proceso terapéutico consiste en ayudar al niño/a a poner palabras a su vivencia, que elabore lo que siente y que le dé significado. Y en este último punto es donde entra el JUEGO SIMBÓLICO.
El JUEGO es el medio a partir del cual se trabaja con el niño. Entendemos que el juego es el estado mental por el que un niño camina por la vida. Un niño se comunica con el juego, donde es propietario de su acción y nos puede explicar qué le pasa.
Aparte del juego simbólico, también trabajamos otras vías de expresión del niño como el dibujo, la plastilina, el trabajo con barro, el collage con diversos materiales, la narración, los títeres y la experiencia sensorial (los sentidos, la relajación, meditación y movimiento corporal).
Las sesiones terapéuticas con los niños son de 45 minutos un día o dos a la semana si se considera necesario, y este trabajo se complementa con una o dos sesiones mensuales de una hora con los padres o tutores legales. Además, en los casos que lo consideremos idóneo, también nos coordinaremos con los tutores escolares u otras personas significativas (abuelos, títeres, canguros) para que el abordaje sea en los contextos más importantes de los menores.
El proceso terapéutico con niños requiere de un tiempo para que ocurran los cambios y mejoras. En este margen de tiempo nos propondremos objetivos realistas, pactando con la familia la duración y frecuencia de la terapia según la evolución del caso.
El trabajo con los padres se centra en apoyar sus preocupaciones, planteamientos y preguntas hacia el vínculo y la relación con sus hijos. Desde una mirada empática poder estar a su lado y trabajar juntos con ellos. Nuestra función es acompañar y mediar el vínculo familiar. Durante el proceso terapéutico es importante incluir las figuras paternas principales, tutores o personas significativas para el niño. Acompañarlos a abrir la mirada, para evitar quedarnos en el síntoma más evidente que presenta el hijo/a ( las rabietas, los llantos, el pipi en la cama, la desmotivación…). Un ejemplo sería que detrás del síntoma de un niño que se hace pipi en la cama descubrimos que el niño nos explica que está triste.
La metodología de trabajo que habitualmente seguimos se basa en una primera etapa inicial donde, gracias al establecimiento del vínculo con los padres y el niño, obtendremos información para definir la personalidad del niño, cómo se relaciona con su entorno y cuál es su problema actual. Después se hace una devolución de las propuestas de trabajo a los padres y, en función de la edad y adaptándonos a su lenguaje, también al niño/a. A partir de aquí ya se pasa a la fase de terapia, donde trabajaremos los objetivos marcados en la fase previa, se seguirá trabajando el vínculo entre el niño-terapeuta y familia-terapeuta y, también se dará paso a todos aquellos aspectos o incidentes importantes que puedan surgir en el día a día, a lo largo de todo el proceso terapéutico.
Cada niño proviene de un sistema familiar único y con sus propias características. En función del sistema y de la personalidad del niño, los principales objetivos de trabajo pueden ser:
- Fortalecer el «yo»:
- potenciar las fortalezas del niño/a y los vínculos satisfactorios.
- ayudar a resolver los vínculos conflictivos y problemáticos del niño.
- fomentar la expresión y gestión de emociones para establecer una relación más asertiva con su entorno.
- Validar las emociones vividas, con el fin de acoger cualquier emoción que el niño/a expresa.
- Reparar momentos dolorosos.
- Desarrollar la responsabilidad con uno mismo.
- Potenciar la autoestima del niño.