Hemos aprendido a ser padres

Cuando decidimos tener hijos nos sentimos muy ilusionados imaginando la maravilla y el milagro que es traer al mundo un nuevo ser. Cuando nace nos sentimos abrumados por la responsabilidad, por la torpeza, por sentirnos incapaces de comprender qué pasa con este ser tan pequeñito cuando lo único que sabe hacer es llorar si algo le incomoda.

Deseamos que el tiempo pase y que el bebé empiece pronto a hablar para  que pueda comunicarnos qué es lo que le duele y  qué quiere, pues no siempre sabemos interpretarlo.

El tiempo sigue pasando, nuestro pequeño o pequeña va creciendo y entonces surgen otras dificultades como las pataletas, el control de esfínteres, los despertares nocturnos, la etapa del no, la aceptación de las normas, los miedos, los celos,  etc., y seguimos pensamos que cuando crezca un poquito más será más fácil…

Y así seguimos esperando a que llegue el momento en que dejemos de angustiarnos con nuestro hijo o hija. Pero la experiencia demuestra que seguiremos con las angustias e incapacidades porque no fuimos educados ni entrenados para ser madre o padre.

Nos encontramos sin herramientas para esa gran tarea y nos toca improvisar, inventar y aprender a ser padres. Por ejemplo, atendemos los miedos a la oscuridad poniendo una lamparita de noche en su habitación y deseando que sea rápidamente eficaz para desquitarnos de la molestia de no dormir. Pero enseguida descubrimos que la lamparita no es mágica y que no es eficaz para quitar los miedos a nuestro hijito/a. Nos inventamos historias que infunden miedo para obligarles a superar su miedo (pues tal vez, así aprendimos nosotros), pero tampoco resultan eficaces y cada noche tenemos a nuestro hijo de 3 años o ya de 7 años, durmiendo en nuestra cama. Tal vez, improvisamos sobre la marcha y dormimos en su cama o le ofrecemos un hueco en la nuestra  cada vez que tiene miedo, pero con el tiempo no deja de tener miedo y se resiente nuestra relación de pareja y se empieza a desvanecer la claridad del lugar y rol que ocupa cada miembro de la familia.

Hemos improvisado, inventado y solo nos queda aprender. Aprender cómo ayudarles a superar sus miedos, en lugar de únicamente intentar quitárselos.

Aprender que nosotros, sus padres, somos los más  indicados para transformar sus miedos en confianza, somos los que tenemos la magia (y no la lamparita) de darles poderes de seguridad para que los activen cuando se sienten indefensos ante un mundo que aún no conocen o se sienten temerosos de que les lastimen cuando no estamos a su lado.

La madre o padre que acude a consulta para ayudar a su hijo o hija ante sus miedos, bloqueos, rabietas, celos, inseguridades, problemas de comportamiento, etc., aprende durante el proceso qué herramientas educativas posee  -o pone en marcha otras nuevas- para educar a su hijo o hija a crecer sintiéndose felizmente guiado por unos padres, que además,  disfrutan de una paternidad positiva.

 

Cristina García
Directora de contenidos en Edukame
Pedagoga col.1545
Orientadora familiar
Terapeuta Gestalt Infantil

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