¡No quiero vivir así!

En consulta es habitual encontrarse con personas que están transitando un momento vital en el que se plantean si quieren seguir viviendo o no, o que reflexionan sobre el hecho de no querer seguir viviendo como hasta ahora.

¿Alguna vez te has sentido cansado de vivir muerto? ¿Sin ganas de seguir?

¿Sin ver la salida? ¿Confundido? ¿Sin ánimo, sin ganas, sin un sentido que te haga de motor?

Es habitual que en algún momento de la vida las personas topemos con alguna crisis existencial. Las cosas no van como nos gustaría o como habíamos imaginado con anterioridad. En las relaciones con los demás surgen obstáculos, miedos, inseguridades, que se cuelan inconscientemente en la forma de estar en contacto con el otro, con los otros. Momento en el que aparecen dudas, confusión, reflexiones sobre cómo está nuestra vida, qué sentido tiene y dónde la persona se enfrenta a sus planteamientos y a un análisis de cómo de perdido está. Trabajo, familia, pareja, hijos, aspectos personales que de alguna manera te ponen delante preguntas existenciales que no sabemos abordar. Todo esto trae insatisfacción y frustración y, en algunas personas, la forma extrema de sentirla es conectar con las ganas de morir y desaparecer. Son habituales en consulta comentarios como “¡Total para que! ¡Dudo que afecte mucho si me voy!”

Leer más

Deshaciendo el nudo. Taller quincenal abierto

Hola a todos/as

Estamos entusiasmados con poder compartir con vosotros en esta nueva entrada la puesta en marcha de un nuevo proyecto. Este mes de febrero iniciamos la aventura de abrir un espacio de encuentro grupal, donde dos jueves al mes nos encontraremos para conocernos un poco mejor a nosotrøs mismos y a løs demás, en un ambiente relajado y tranquilo, donde el grupo será un apoyo y una motivación.

Mi intención es la de crear espacio de encuentro abierto; un lugar donde cada uno decide libremente cuando acudir y disfrutar de la sinergia del grupo.

Un lugar donde experimentar en un ambiente seguro aspectos de nuestro día a día cotidiano; de cómo y de qué manera nos relacionamos con nuestro propio cuerpo, con nuestras emociones y con nuestras necesidades.

A través de ejercicios sencillos y dinámicas grupales nos iremos “dando cuenta” de lo que hacemos, percibimos, sentimos y pensamos de nosotrøs y de los demás. Utilizaremos la relación con el grupo para facilitar y potenciar esa toma de conciencia.

Leer más

Poniendo límites II

2ª Parte: Mostrándonos al mundo

Esta semana queremos compartir el segundo post dedicado a algo siempre complicado en nuestro día a día: los límites.

El hecho de poner límites tendemos a verlo casi siempre desde la perspectiva de la protección. Los relacionamos con decir que no, con la posibilidad de evitar que nos hagan daño, que nos invadan, que nos agredan.

En esta ocasión vamos a intentar poner la mirada en el lado opuesto. Más que en el beneficio inmediato que poner un límite nos puede aportar, nos centraremos en mostrar las posibilidades que se nos abren al ponerlos. Cuando establecemos claramente un límite y éste está basado en una necesidad, nos estamos protegiendo. Si sabemos qué es lo que no queremos para nosotros, qué es lo que nos hace daño, nos disgusta, agrede o avergüenza; también, haciendo un pequeño giro podremos descubrir lo que queremos para nosotros, lo que nos gusta, nos sienta bien, nos proporciona placer, nos alegra o nos produce ternura. Visto de esta manera los límites nos ponen en contacto con lo que necesitamos y nos dan la oportunidad  de pedir, de dar, de recibir y, en última instancia, mostrarnos al mundo tal como somos.

Pedir, dar y recibir merecen ser tratadas con cariño y extensión, así que en breve cada una de estas acciones tendrá su respectiva entrada en el blog. El de hoy irá dedicado al “mostrarse” y lo que nos implica.

¿Qué significa eso de “mostrarse”?

Mostrar(nos) es un concepto muy amplio que incluiría cualquier acción que nos haga interactuar en un entorno con más personas. Mostrarnos es saludar al vecino, dar nuestra opinión en una conversación de trabajo o expresar que tenemos miedo. Es defender un ideal o callarnos cuando no queremos llamar la atención. Hagamos lo que hagamos nos mostramos, incluso cuando intentamos no hacerlo: escondernos  o intentar pasar desapercibidos también es una forma de mostrarnos en nuestro entorno (de no-mostrarnos). El sentido que le queremos dar aquí es el de dejar que nos vean de manera real, integral, tal como somos, de una manera que incluya tanto los aspectos con los que nos gusta identificarnos como los que nos resultan incómodos o desagradables que, no lo olvidemos, son parte de nosotros.

Leer más

Poniendo límites I

1ª Parte : El respeto a la propia necesidad.

Un límite es una línea real o imaginaria que separa dos cosas, una frontera, un tope. Así lo podemos definir en lo material (una valla, una frontera, una señal de peligro) y también en el campo emocional y relacional.

El tema de poner límites es más complejo de lo que en inicio parece. “No es tan complicado, solo hay que decir que no o decir basta”. Pues no, no es tan fácil. En el complicado mundo de las relaciones, establecer límites nos confronta con nosotros mismos y con los demás. Si no escuchamos la propia necesidad a veces nos pasamos poniéndolos, o los ponemos muy lejos (con lo cual nos aislamos) o son demasiado rígidos, o no los dejamos claros y con ello provocamos confusión o directamente no los ponemos o….Si nos relacionamos constantemente estamos poniendo, quitando, cambiando y moviendo límites en nosotros mismos y con quien nos relacionamos.

Los primeros límites se nos empiezan a poner en la más tierna infancia cuando se nos dice “no”. Cuando nuestros padres o educadores nos ponen un límite y no nos permiten hacer alguna cosa (aparte de fastidiarnos enormemente) están formando nuestra personalidad. Cuando al niño se le pone un límite se establecen las bases para que entienda que él no es omnipotente, que no lo es todo ni lo puede tener o hacer todo. Al poner un límite al niño, la persona que se lo pone le está diciendo “yo también existo”, es decir, hay más cosas aparte de ti. En la educación de un hijo poner límites puede significar en un acto de amor y cuidado (que la gran mayoría de veces requiere de aplomo, perseverancia y resistencia a los más que probables lamentos o lloros del pequeño) ya que se van asentando las bases para que el niño pueda sostener la frustración. Los límites son una guía donde el niño se sustenta y, con ellos, se le está enseñando a “ver al otro” y a través de ello desarrollar la empatía. Pero este no va a ser un post sobre la importancia de los límites en la infancia, sino que quiere tratar de cómo nos afecta a los adultos.

Leer más

Me doy cuenta

Una de las maneras de definir la terapia Gestalt es la “terapia del darse cuenta”. Como nombre está bien, ahora bien; darse cuenta de qué y para qué. Qué se persigue con algo que en principio parece tan obvio como darse cuenta de…

Darnos cuenta de algo nos da la posibilidad de reconocerlo en su justa medida, de valorarlo, de saber si nos gusta o no. En terapia es una valiosísima herramienta que nos abre la puerta del cambio. Así que hemos lanzado este post para intentar  acercar y ampliar este concepto; pilar básico de la terapia Gestalt. Como siempre, esperamos que os guste.

En primer lugar tomar consciencia de nuestras sensaciones corporales, de nuestras emociones, sentimientos y de nuestros pensamientos nos permite contactar con un primer nivel de darse cuenta.  El simple hecho de tomar consciencia ya incide en la persona y la sumerge en el proceso de  empezar a ser observador de uno mismo para poder discernir aquello que nos hace daño y aquello que nos sienta bien. Poco a poco, este ejercicio, que parece complicado y requiere de voluntad y entrega, va resultando más fácil. Muy a menudo uso el símil de aprender a conducir. Inicialmente vamos atentos a todo, con una atención con tensión, pensando los movimientos y la marcha que hay que poner. Con la práctica el conductor va relajándose hasta el punto de mantener una atención más relajada y automatizar los movimientos. Es decir, este primer darse cuenta nos empieza a centrar en nosotros mismos, en un continuo de atención de lo que hago y cómo lo hago.

Leer más

Sobre la Vulnerabilidad

Vulnerable. (Del lat. vulnerabĭlis).

1.   adj. Que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente.

Y llega el día en que en una sesión de terapia surge el tema de la vulnerabilidad y cómo nos relacionamos con ella, qué nos despierta, qué significado adquiere para nosotros.

En muchos casos (y casi siempre por parte del sector masculino) la respuesta es una cara de susto o disgusto. E inmediatamente contestamos que nos parece, como poco, desagradable, que nos asusta, que nos disgusta tenerla aunque sea inevitable o, en algunos casos, que no tenemos de eso.

Vulnerabilidad  nos suena a debilidad, fragilidad. Es un estado que inmediatamente nos contacta con el miedo; sobre todo a los que poseemos caracteres controladores u orientados a la acción.

En nuestra sociedad estamos educados en la protección de nuestra individualidad. El mundo es agresivo y hostil, así pues abrirnos emocionalmente a los otros nos enfrenta a la posibilidad de que nos hagan daño y de movernos en un espacio incómodo donde no podemos controlar lo que ocurrirá.

La posibilidad de reconocer qué circunstancias o situaciones nos hacen vulnerables  también nos enfrenta a la idea de fracaso en los que vamos (me incluyo) por la vida de “Juan Palomo”; los de “yo puedo con todo”. En este caso aceptar que somos vulnerables nos enfrenta a que “quizás” necesitemos ayuda de los demás, que no somos tan independientes como nos creemos, tan fuertes o invulnerables como nos gustaría ser.

Leer más

Qué es eso que siento? Identificando la emoción

Somos seres humanos, somos seres emocionales. En los últimos años se está cambiando la concepción de que ante todo éramos “racionales”, para llegar a una idea totalmente opuesta. Lo racional ocupa alrededor de un 10% de nuestra actividad. El resto son procesos que escapan en gran parte a nuestro control: automatismos, aprendizajes, sensaciones, emociones…

Si tomamos las emociones como procesos bioquímicos, literalmente estamos bañados en emociones. Por nuestro interior circula una sopa emocional constituida por impulsos eléctricos, neurotransmisores, hormonas…. La emoción no es algo que ocurra en ciertos momentos de nuestra vida, algo aislado sin conexión; al contrario, la emoción es un continuo que va variando de forma e intensidad. Siempre, en todo momento existe en nosotros una (o más de una) emoción. Cada acción, sensación o pensamiento tiene asociada una emoción, así que,  por mucho que queramos (o creamos que lo podemos hacer) no podemos sólo pensar o actuar. Nuestra vida es un continuo formado por percepción – sensación – emoción – acción – pensamiento y las relaciones que se producen entre los anteriores. Mirado así, las posibilidades entonces se vuelven infinitas.

Leer más

El culpador y el culpado

Hola a todos. Esta semana contamos con la presencia de Joan Montero, colaborador de Aidam, el cual estará impartiendo en nuestro centro un curso sobre iniciación al Eneagrama los días 8, 9 y 10 de junio.

Queremos compartir con vosotros un artículo de Joan publicado en su blog sobre un recurso del que todos disponemos para dificultarnos nuestra vida: La culpa. Esperamos que os guste
A menudo solemos culpabilizarnos de pensamientos o acciones y en realidad no nos planteamos de donde proviene esa culpa. Es bueno plantearse en alguna ocasión: ¿la culpa es mía?

Según N. Levy cuando uno dice “me siento culpable”, en realidad está nombrando una parte de su realidad psicológica, con una mitad de lo que está ocurriendo en ese momento…. el culpado. La otra mitad es la que no se suele percibir, es la voz del culpador que es justamente lo que hace que uno se sienta culpable.

“La culpa depende de la relación de los dos aspectos internos y el rol que desempeñen en la relación: el culpador y el culpado”.

Leer más

Soltando presión

Un gran porcentaje de las enfermedades que padecemos tiene que ver con el estrés. Este estrés del que tanto se habla no es más que la forma de responder a las agresiones de nuestro sistema nervioso, más exactamente del sistema nervioso autónomo, encargado de las funciones no conscientes (tasa cardiaca, dilatación pulmonar, digestion, contracción arterial…)

El sistema nervioso autónomo se divide funcionalmente en sistema simpático y sistema parasimpático. El simpático prepara el cuerpo para actividades que requieren gasto de energía. Es el que se activa en situaciones de estrés. Originalmente va unido a la situaciones más básicas de supervivencia: defensa, ataque, huída y por lo tanto muy unido a las situaciones que producen estrés. El sistema parasimpático por el contrario reduce la activación provocada por el simpático y está relacionado con la acumulación de energía, la recuperación y la regeneración del organismo. Ambos son antagónicos, es decir, no pueden activarse a la vez. Si uno está activado, el otro forzosamente estará desactivado.

Leer más

¿Y ahora qué.. ?

Toda persona que inicia un proceso terapéutico lo hace llevada por un motivo diferente. Generalmente nos ha costado bastante tomar esa decisión y la hemos ido postponiendo día tras día,  intentando convencernos de diferentes formas de que “no estoy tan mal” o de que “no tengo tiempo” o “si yo hablo con mis amigos y no lo necesito…” Hasta que la sensación de no poder mas, de que algo que nos impide avanzar y no sabemos cómo continuar se manifiesta en toda su magnitud y nos obliga a dar ese paso.

Como la mayoría de terapeutas mi primer contacto con la terapia fue como paciente. Todo comenzó hace veinte años: me despertaba en medio de la noche con la sensación de que me iba a morir en ese mismo instante, aterrado, con la sensación de que el aire no llegaba a mis pulmones. Todo mi ser se esforzaba en respirar, en volver a tomar aire (cosa que ocurría casi inmediatamente, aunque a mi me pareciera una verdadera eternidad). Después de tres o cuatro respiraciones profundas me convencía de que no me iba a morir en ese momento, pero el estado de terror continuaba durante unos minutos. Un poco de agua, una visita al lavabo y, gradualmente, la respiración volvía a la normalidad y el miedo disminuía. Al mismo tiempo la somnolencia volvía a aparecer y me avisaba que eran las tres o las cuatro de la mañana. Volvía a la cama y pensaba: “debe de haber sido un mal sueño”. Y ahí lo dejaba todo.

Leer más